Saturday, May 16, 2020

QUIJOTERÍA

“The horse business is not really as difficult as it seems. If you are willing to devote all your time and your physical and financial effectiveness to it—and if you live long enough—you may eventually get lucky…as I have.” Preston Madden con ocasión del Derby de Alysheba. Traducido libremente, Preston, un conocido mamador de gallo, dijo: “El negocio de los caballos en realidad es más fácil de lo que parece. Si usted le dedica todo su tiempo, toda su capacidad física y financiera a él, -y si vives lo suficiente-, podría eventualmente tener un golpe de suerte… como me ha sucedido a mí”. No me extraña entonces que este hombre, que acaba de morir a los 85 años de edad, fuera amigo de Juan Carlos Pastrana Arango, otro reconocido e ingenioso tomador del pelo. Yo creo que el abuelo de Preston, John E. Madden, era como los gitanos y orejones sabaneros que le vendían caballos a los terratenientes de la Sabana de Bogotá, como nos lo narra Marroquín en “El Moro”. En su criadero legendario, Hamburg Place, crió trotones, caballos de carreras y hasta caballos de polo. Fue el criador de Sir Barton, el primer triplecoronado, que acabamos de ver llegar último en la carrera virtual del Kentucky Derby que se escenifico el 2 de Mayo en medio de la cuarentena obligada que estamos viviendo.
Preston por llevarle la contraria a su padre y a su tío, quienes se suicidaron, resolvió vivir hasta los 85 años y parecerse a su abuelo. Por muy poco en una quijotada digna de la familia, casi corre a TV Lark en el Pellegrini en Argentina para comprobarle al mundo que era dueño del mejor caballo gramero del mundo pues acababa de ganarle a Kelso en el Washington D.C. International.
Lástima porque ese caballo a lo mejor para esa época se hubiera quedado en Argentina, donde yo creo que hubiera sido mucho más aprovechado que en USA, donde los especialistas en la grama normalmente no tienen el total respaldo de los grandes criadores. A pesar de eso, aparece prominentemente en los pedigrees de Winning Colors, la gran hija de Caro, de Chris Evert la abuela de Chief’s Crown, de Viviana la madre de Sightseek, de los reproductores Quack, TV Commercial, Orientate y Bates Motel. Pero este artículo es a propósito de Quijotes. Aquí en Colombia todas los criadores nacionales de caballos Pura Sangre Inglesa nos convertimos en quijotes un buen día de 1987, cuando los dueños de Hipódromo de Los Andes decidieron cerrar el escenario para defenderse de una posible declaratoria de parque por parte del Municipio de Chía o por la razón que se adujo en su momento que fue por impuestos municipales confiscatorios. Cualquiera de las anteriores, sin consideración por el impacto que causaría en el empleo directo e indirecto ni en el detrimento al futuro de la industria hípica del país. Desde entonces, estos quijotes persistimos y apoyamos a Cecilia y Anita Lozano en Villa de Leyva, a los antioqueños en Los Comuneros, a Jaime Mejía en Villa de Leyva y El Rosal al costeño de Valledupar, en los últimos empeños fallidos quedándonos en deuda de premios a todos los propietarios. Ya de estos empresarios dispuestos a todo con tal de salvar el caballo de carreras en Colombia quedamos muy pocos, la mayoría por muerte pero también muchos por inanición. Recuerdo con cariño a Mario García y García, a Hernando Umaña y Julio Holguín, a Jorge Valencia, Alfonso Jaramillo, Hernando Vélez, que nos inculcaron y mi y asus hijos el amor por la hípica. Debemos destacar a Carlos Haime y Guillermo Vargas, quienes con grandes sacrificios corrieron sus caballos en Panamá, a Luis Restrepo que persistió con sus magníficos ejemplares de Haras El Cedro hasta que sus yeguas llegaron a merecer un merecido descanso, a Cecilia Lozano que sigue a su avanzada edad pensando en cómo recuperar la hípica en Colombia y sigue cargando sus yeguas en su finca en Tocancipá, a los herederos de Hector de Bedout que siguen importando padrillos y exportando sus productos a Panamá, a William Fernando Yarce, quien hasta hace muy poco siguió alimentando la esperanza trayendo padrillo tras padrillo a Colombia, a Franco Botta, María Fernanda y Sergio que siguen pensando a futuro en esta industria como negocio, a José Ortega que le dedico su vida a este deporte y al ganado normando, a gente que es entusiasta pero que desafortunadamente no registra sus productos como Fernando Sánchez, David Rosero, Ernesto Huertas y Carlos Andrés Uribe, a todos ellos les agradezco su aporte a que esto que tanto queremos no se acabe. Pero no debemos olvidar a los profesionales de la hípica, aquellos desplazados de la industria como fueron preparadores, jockeys y mozos de corral, gente que aun sueña con nostalgia en que alguien de alguna manera logre volver a los viejos tiempos de clarines y festividades, carreras clásicas, remates y grandes esperanzas. Ellos, los más grandes damnificados de la incomprensión estatal, de la falta de escenarios apropiados, siguen reuniéndose esporádicamente pero con gran fervor para evocar eso tiempos pasados donde como profesionales eran ensalzados públicamente en los medios como héroes. Recuerdo especialmente a Juan Arenas, su esposa y sus hijos, a Israel Restrepo, Ricardo Ramos, Santiago Sarmiento, Lisandro y Guillermo Céspedes, José Antonio Posse y Rodrigo Gómez, Jaime Estrada y Emilio Álvarez, Humberto Chaves y Gilberto Vélez, a Marco Castañeda, Nelson Cajamarca, José Luis González y Jorge Duarte, a Jeanette Amorocho, nuestra gran jocketa, a todos los jinetes, mozos, preparadores y empleados de los criaderos de Soacha –especialmente a Luis Párraga y Carmen-, donde estuvo concentrada gran parte de la crianza de la Sabana de Bogotá. Personalmente yo he persistido, con la oposición permanente de mi esposa, con el apoyo de Sylvia Kling en la Asociación y el Stud Book y quiero mucho lo que he podido mantener y recuperar en materia de sangres en mi criadero pero especialmente a una yegua como Boronia, hija Split Run y Margot, nacida en el Haras Santa Lucia, descendiente de Quijotería, de nombre más que apropiado.

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