HIPOTECHO
Mis recuerdos de este escenario hípico se remontan a 1961, el día del Derby. Gano en gran acción, Don Rodrigo de Vivar, hijo de Pharyllis en Sirena IV por Le Volcan, aunque yo con tan solo 6 años solo me acuerdo de irlo a ver después de la carrera e impresionarme por su respiración y sus ollares dilatados. Cuando me leí El Cid Campeador siempre me acorde de esa sensación infantil ante un héroe.
Mi mejor amigo, Julio Michelsen, era un hincha furibundo de las sedas de La Chucua Puyana. Con su cantaleta, me hice yo también seguidor del haras de Don Ernesto y comenzamos a acompañarlo a su finca en Soacha y a comprender su afición y su particular visión de este deporte y de su crianza. Fuimos a ver ganar a Mago, Encantador y a Tortuga, vimos atropellar a Camión, ese alazán tostado hijo de Congo y Magic Sandal. Nos pateamos la bautizada de los potros en las pesebreras de madera de La Chucua, Botija Verde, Mandacallar, Pantufla, Zapato, Aclarecida, Vivarachada, Alhama….
En 1968 vimos prácticamente nacer a Fresco, Crespo y Grandulona quienes se destacarían en los clásicos de 1970 y 1971 y ahí si nos enamoramos perdidamente de esos caballitos pequeños y valientes que caracterizaron a los descendientes de Pequeñito, Pharatis, Pharyllis, Pistacho y Pistolero (todos con P). También lloramos la muerte simultanea de Fresco, Crespo y Pasiflora en el Hipódromo y la abrupta salida de todos los caballos de La Chucua de Techo.
Desde ese momento íbamos más a Soacha a ver a los potros trabajar en la pista y fuimos testigos de cómo esos potros volvieron a Techo corriendo con las sedas de Samán, Saratoga y Rubén Cubides, su preparador. Para entonces también los caballos de don Elkin Echavarría, haras Santa Lucia, corrían a nombre de Manuel Munar, su preparador, o de Héctor González, su veterinario, y comenzaba a gestarse la creación del Hipódromo de los Andes.
En 1975 me casé con la nieta de Don Ernesto Puyana, 8 días antes de que muriera de repente, y no volví a Techo sino hasta la semana pasada. Nunca vi ni a Megatón ni a Tatalí corriendo sus famosos clásicos ni tuve nada que ver con Rafael Frieri ni sus descendientes. El eventual cierre del Hipódromo de Techo fue para mí una anécdota más contada por Darío Gallo, el abogado de mi abuelo, o por Germán Calle, a quien conozco por el golf, o por Mario Rico Torres, tío de mi mujer.
Después de tanto tiempo, vi como las tribunas diseñadas por Guillermo González Zuleta existen y se encuentran en buenas condiciones, vi como en el paddock, donde se paseaban los caballos, todavía resuenan los cascos nerviosos de antaño. Pero vi también que hay un estadio de futbol con unas tribunas nuevas que desperdician el tamaño del terreno y que se encuentran a medio construir y un parque de diversiones que utiliza la mayoría del terreno y la tribuna popular.
Creo que ese terreno tradicional le pertenece moralmente al renacer de nuestra hípica y exhorto al Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) y a la Alcaldía de Bogotá para que lo destinen para este propósito. Anexo al este articulo hay una foto en la que he dibujado a mano alzada una pista hipotética pero donde se ilustra que en ese terreno se puede hacer la pista, la cancha de futbol concesionada a La Equidad, un parque de diversiones de dimensiones parecidas al actual, conviviendo con la pista de carreras, devolviéndole a la afición su escenario.
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